Hace más de año y medio que vivo en Buenos Aires y sin embargo -como buena pajuerana- cada vez que miro el Obelisco por la noche me emociono.
Claramente no me gusta el monumento en sí -estructura falocéntrica que no hace más que perpetuar la supremacía varonil de la capital por sobre el resto de las provincias-, sino lo que de gran ciudad se respira a su alrededor: luces, gente, autos, la 9 de julio, los anuncios publicitarios, el ruido.
En términos de Bourdieu, la construcción simbólica que lo recubre.
Ahora bien, todo esto desde mi visión de "Carito, sentada sola en un banco en la ciudad".
A los porteños no les pasa lo mismo y se sorprenden. Cada vez que alguno me escucha decir lo que acabo de contar, me mira y me pregunta que tiene de importante el obelisco.
¿Que será?
Claramente no me gusta el monumento en sí -estructura falocéntrica que no hace más que perpetuar la supremacía varonil de la capital por sobre el resto de las provincias-, sino lo que de gran ciudad se respira a su alrededor: luces, gente, autos, la 9 de julio, los anuncios publicitarios, el ruido.
En términos de Bourdieu, la construcción simbólica que lo recubre.
Ahora bien, todo esto desde mi visión de "Carito, sentada sola en un banco en la ciudad".
A los porteños no les pasa lo mismo y se sorprenden. Cada vez que alguno me escucha decir lo que acabo de contar, me mira y me pregunta que tiene de importante el obelisco.
¿Que será?