En el trayecto a la oficina hay muchos semáforos y -a las 9 a.m. de un día laboral- en esos semáforos suele haber mucha gente.
Las cosas que se hacen mientras se espera el verde son miles y diversas: escuchar música, fumar, mandar un mensaje de texto, mirar nerviosamente la inmutable luz roja, tocarse los bolsillos, rascarse la rodilla, no esperar y abalanzarse sobre los autos, atar cabos, descubrir la fórmula de la felicidad, tomar esa desición, hacer cuentas matemáticas y múltiples etcéteras.
Mis preferidos de esta mañana fueron dos pibes que, apasionados y absortos, se prodigaban caricias, susurros y lengueteos varios. Mientras, el resto de los transeúntes aún no podíamos quitarnos las lagañas.
Para completar la composición, una bossa decía:
"Doce é sonhar, é pensar que você
gosta de mim como eu de você.
Mas a ilusão quando se desfaz,
Dói no coração de quem sonhou, sonhou demais"
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