"Aunque sea con borrones, escríbeme...."
Los llamados eruditos han considerado, por lo general, a la escritura a partir del lenguaje, y para ellos este es oral; la escritura no seria mas que la "sierva tardía" de la palabra. Pero no va de suyo que esta sea un segundo paso, ni tampoco, que la escritura sirva para comunicar; el abuso occidental de la razón le atribuyó funciones demasiado prácticas de contabilidad y documentación censurando frecuentemente el simbolismo evocado, aludido por el signo escrito.
La escritura serviría, fundamentalmente, para "escrutar", como lo señaló reiteradamente, entre otros, el Novel Octavio Paz; para escrutar sobre todo "en sí mismo". Este escrutar la vincularía a la institución de la parresia, mecanismo griego que habría dejado un lugar vacante por tiempo considerable, (mecanismo expuesto magistralmente en nuestro país por el filósofo Tomas Abraham, quien a su vez alude a M. Foucault). Consistía en un aspecto de la antiretòrica y por lo tanto, habría exigido de un sujeto (El parresiastès), un grado de compromiso y coraje superlativos, puesto que la condición sine qua non de la parresìa era elaborar un discurso de alguna manera dirigido a un amo -cuyo contenido explícito o subyacente, implicase que ejerciera la parresìa- que habría participado de una posición aproximadamente como la siguiente:
- ¿Para que quiero vivir si no puedo escrutar ni escrutarme?..... ¿Para que quiero vivir si no puedo hacer ejercicio de mi coraje?
No es casualidad, entonces, que los parresiatès míticos -Diógenes cuando se dirige a Alejandro Magno y Sócrates que estaba dispuesto a tomar la cicuta- no escribiesen.
Posteriormente, cuando la parresìa pierde históricamente su vigor, la retórica participa frecuentemente de aquella proposición que dice "a las palabras se las lleva el viento".
Por el contrario, la palabra escrita queda, exige que se de reiteradamente cuenta de ella, funda la Historia, pero jamás tiene un significado unívoco, nos pone en riesgo "para siempre", nos interroga y se autointerroga, le da significado aún al silencio, nos retrotrae como gesto, una y mil veces al origen del mundo y a la condición de humanidad, compromete al cuerpo, a la postura del mismo, al movimiento de la mano que goza aún tecleando. En suma la escritura es voluptuosa.
Está en estrecha relación a la aparición de la pintura rupestre y sería entonces, anterior al lenguaje oral, según teoriza Riccardo Campa, quien en su condición de historiador de las ideas políticas, no ha obviado a la escritura como tema central:"El lenguaje no elimina el tiempo, a lo sumo lo cerca y se deja perturbar por el; la escritura es en si misma tiempo, parte, quintaesenciada de las dimensiones de las cosas de las cosas y de la distancia que existe entre las mismas".
La escritura reivindica también la importancia fàctico-intelectual de la hospitalidad, ya que la primera formalización que conocemos de la misma, 3.500 años a. de C. -la escritura cuneiforme- se origina en la concertación de un pacto, en un espacio formal de hospitalidad, que incluía al llamado hospitalario y al huésped. El dialogo entre estos, el despliegue de amabilidad y finalmente el logro de un acuerdo, se consideraba un bien preciado que se escribía-inscribía en una tableta de cerámica fresca, la Tessera hospitalis, la que al secarse era partida. Cada una de estas mitades se guardaba para el resto de la vida, no solo de los protagonistas del acuerdo, sino también de todo su linaje.
Señala Carlos Fuentes que la lengua española (la segunda de occidente a nivel cuantitativo), ofrece al mundo globalizado "el espejo de hospitalidades lingüísticas creativas" porque contiene y se conforma en la multicultura. Es estructuralmente Hospitalaria, siempre "abarcativa, nunca desdeñosa", nuestra lengua, nuestra escritura, está poblada de vocablos celtas, vascos, griegos, romanos, judíos, árabes y americanos, es por esto que España se constituyo en lo Otro dentro de Europa y fue la puerta de lo Otro por excelencia: Lo Amerindio.
Mariana Zarrabeitia
P. I.
Los llamados eruditos han considerado, por lo general, a la escritura a partir del lenguaje, y para ellos este es oral; la escritura no seria mas que la "sierva tardía" de la palabra. Pero no va de suyo que esta sea un segundo paso, ni tampoco, que la escritura sirva para comunicar; el abuso occidental de la razón le atribuyó funciones demasiado prácticas de contabilidad y documentación censurando frecuentemente el simbolismo evocado, aludido por el signo escrito.
La escritura serviría, fundamentalmente, para "escrutar", como lo señaló reiteradamente, entre otros, el Novel Octavio Paz; para escrutar sobre todo "en sí mismo". Este escrutar la vincularía a la institución de la parresia, mecanismo griego que habría dejado un lugar vacante por tiempo considerable, (mecanismo expuesto magistralmente en nuestro país por el filósofo Tomas Abraham, quien a su vez alude a M. Foucault). Consistía en un aspecto de la antiretòrica y por lo tanto, habría exigido de un sujeto (El parresiastès), un grado de compromiso y coraje superlativos, puesto que la condición sine qua non de la parresìa era elaborar un discurso de alguna manera dirigido a un amo -cuyo contenido explícito o subyacente, implicase que ejerciera la parresìa- que habría participado de una posición aproximadamente como la siguiente:
- ¿Para que quiero vivir si no puedo escrutar ni escrutarme?..... ¿Para que quiero vivir si no puedo hacer ejercicio de mi coraje?
No es casualidad, entonces, que los parresiatès míticos -Diógenes cuando se dirige a Alejandro Magno y Sócrates que estaba dispuesto a tomar la cicuta- no escribiesen.
Posteriormente, cuando la parresìa pierde históricamente su vigor, la retórica participa frecuentemente de aquella proposición que dice "a las palabras se las lleva el viento".
Por el contrario, la palabra escrita queda, exige que se de reiteradamente cuenta de ella, funda la Historia, pero jamás tiene un significado unívoco, nos pone en riesgo "para siempre", nos interroga y se autointerroga, le da significado aún al silencio, nos retrotrae como gesto, una y mil veces al origen del mundo y a la condición de humanidad, compromete al cuerpo, a la postura del mismo, al movimiento de la mano que goza aún tecleando. En suma la escritura es voluptuosa.
Está en estrecha relación a la aparición de la pintura rupestre y sería entonces, anterior al lenguaje oral, según teoriza Riccardo Campa, quien en su condición de historiador de las ideas políticas, no ha obviado a la escritura como tema central:"El lenguaje no elimina el tiempo, a lo sumo lo cerca y se deja perturbar por el; la escritura es en si misma tiempo, parte, quintaesenciada de las dimensiones de las cosas de las cosas y de la distancia que existe entre las mismas".
La escritura reivindica también la importancia fàctico-intelectual de la hospitalidad, ya que la primera formalización que conocemos de la misma, 3.500 años a. de C. -la escritura cuneiforme- se origina en la concertación de un pacto, en un espacio formal de hospitalidad, que incluía al llamado hospitalario y al huésped. El dialogo entre estos, el despliegue de amabilidad y finalmente el logro de un acuerdo, se consideraba un bien preciado que se escribía-inscribía en una tableta de cerámica fresca, la Tessera hospitalis, la que al secarse era partida. Cada una de estas mitades se guardaba para el resto de la vida, no solo de los protagonistas del acuerdo, sino también de todo su linaje.
Señala Carlos Fuentes que la lengua española (la segunda de occidente a nivel cuantitativo), ofrece al mundo globalizado "el espejo de hospitalidades lingüísticas creativas" porque contiene y se conforma en la multicultura. Es estructuralmente Hospitalaria, siempre "abarcativa, nunca desdeñosa", nuestra lengua, nuestra escritura, está poblada de vocablos celtas, vascos, griegos, romanos, judíos, árabes y americanos, es por esto que España se constituyo en lo Otro dentro de Europa y fue la puerta de lo Otro por excelencia: Lo Amerindio.
Mariana Zarrabeitia
P. I.
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