Hay gente a la que le tengo cariño por el simple hecho de tenerles.
No forman parte de mis afectos cercanos, no son amigos ni enemigos.
No entran dentro de los compinches del trabajo, ni de los compañeros de facultad, ni siquiera es gente con la que comparto el colectivo.
Sin embargo de vez en cuando nos cruzamos, apenas si nos miramos, y yo pienso que hay gente a la que le tengo cariño de generosa nomas que soy.
Estrella forma parte de ese grupo selecto de cariños anónimos.
Trabaja dos pisos mas arriba que yo y casi nunca baja.
Su encanto es sobrenatura, una especie de Remedios la bella porteña y tierna.
Hoy vino hasta la planta baja y fue tanta la luz que irradió que se ganó unas galletas Pepitos.
Pasa que el chico que nos trae las golosinas parece que también la quiere -aunque sospecho que lo suyo es más sólido- y no pudo resistir la tentación.
Estrella se fue y el pibe quedó flotando.
Yo le dí un par de vueltas al asunto y decidí volverlo post.
Me gustan los cariños a cambio de nada, siempre y cuando sean así de ligeros.
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