viernes, 8 de agosto de 2008

Con disimulo

En la oficina se ha formado una pareja, pero como los señores de arriba no toleran que la gente se quiera, ellos sobrellevan su amor con disimulo.
Sin embargo esas magias son difíciles de ocultar, así es que los flamantes enamorados buscan rozarse en los pasillos, agarrar en conjunto el mismo picaporte, amontonarse en el ascensor.
Yo los contemplo maravillada porque en ellos compruebo que el deseo de los cuerpos transgrede la veda sin llegar al exceso. La necesidad del tacto los incita a generar zonas de encuentro que solo comprenden los amantes.
Todo esto lo hacen para poder quererse entre papeles caídos debajo del escritorio, mientras los señores de arriba siguen tranquilos en este, el aparente reino de la castidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué buen relato, Viqui! Me encantó. Es sutil, elegante. Una vez leí un texto de Beatriz Sarlo sobre la sensualidad de la ciudad. Sospecho que la de la oficina debe ser parecida, pero todavía más intensa, más voraginosa. Observar una pareja en ese enamoramiento a flor de piel es un privilegio que pocos se dan, porque yo supongo que casi no ocurren en estos reinos de castidad, asexuados, que suelen ser los despachos. Aunque también creo que pocos gozan de la capacidad de advertirlos. Un beso.