Cuando le pregunté a mi prima Flor como había sido su retorno a la provincia, contestó contundente:
-Está intenso Tucumán
La respuesta me sorprendió por novedosa, pero efectivamente estaba en lo cierto; Tucumán es víctima de una intensidad desopilante.
Pude comprobarlo a viva piel la semana pasada, que transcurrió con actividades múltiples y encuentros muchos, jornadas agitadas y felices, complicaciones burocráticas, comidas abundantes y noches de jolgorio con los amigos.
En medio de esa batahola de sucesos, una cosa llamó considerablemente mi atención: el reloj detenido en la casa de mi abuela Cacho. Leí alguna vez que la única representación visual de la calma es -casualmente- las agujas inmóviles.
Cuando lo descubrí pude ratificar esa idea; la paz adrenalínica de aquella semana quedó plasmada en esa ausencia de horas.
Admití, entonces, que mis prisas nada tenían que ver con los husos horarios, sino con el marcapasos de mis ansias.
Ansias que corren con más urgencia que el segundero, ajenas a cualquier medición.
2 comentarios:
es que es eso.. se vuelve intenso cuando el tiempo se paraliza y todo parece interminablemente agitado.. el tiempo y su inconclusa necesidad de apurar las cosas..
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