Muy suelto de cuerpo, Aurelio me dijo un día que los anarcos son más poderosos. Yo también lo creo, pero no quise explicarle al pequeño que -sin embargo- la anarquía no es un estado posible, porque nuestra concepción del pensamiento se estructura de acuerdo a parámetros que excluyen el libre raciocinio y el autocontrol. Necesitamos alguien que nos gobierne. Consideramos fundamental e imprescindible que exista una entidad con el don de controlarlo todo por sobre nuestras cabezas.
En lo que a mi respecta, pienso que eso es delegar obligaciones (y se que el argumento se refuta con esto del voto responsable y el deber ciudadano). No creo en las instituciones aunque las respete y forme parte de ellas. Si creo que si lográramos que funcionen perfectamente, tenderían a desaparecer de forma natural.
Pero la utopía ha de ser siempre el deseo de lo imposible. Y las instituciones van a seguir existiendo como ejemplos eternos de sistemas diferentes. Demostraciones tangibles de que nuestra inmadurez es inmutable y de que a la libertad la dormimos con rivotril.
3 comentarios:
Nos anarquistas necesitan relajarse más. Están muy bilardeados.
El deseo de lo imposible parece ser lo que ha movido a multitudes humanas. Que si las instituciones funcionan tienden a desaparecer lo dudo, pero por lo menos nosotros no notaríamos su accionar de tan naturalizado que lo tendríamos, como ya no notamos su influencia en tantas de nuestras actividades rutinarias.
Coincido, Juanjo, en eso de que andan bilardeados. Deberían mantenerse un poco más calmos y sin tantos movimientos que contradigan la postura. Pero es que está tan arraigado el modelo que cuesta concebir algún tipo de organización sin estructura.
En cuanto a eso de no notar la influencia de las instituciones en el cotidiano, Mariana, tengo mis dudas. Todo está más pautado de lo que parece.
Abrazo a ambos.
Publicar un comentario