lunes, 27 de julio de 2009

De Los Nuestros

Catarsis 1:
Y viene, y se instala y ya no se va. Y espera y busca y acecha y agita. Y grita desde adentro y yo la callo con mis manos. Y late y vive y arde y se enreda y vuelve a empezar. No sabe si es sueño o vigilia, pero te grita. Y que ganas de agarrarte fuerte de las dos manos y de encerrarte y hacerte el amor hasta el fin del mundo y solo eso: hacerte el amor hasta el fin del mundo. Y olvidarse de los problemas tuyos, de los mios y de los que nos creamos o me creo cuando estamos juntos. Quemarte, incendiarme.
Vuelve atrás y mira el paso del tiempo y reconoce la misma escena, con el pelo corto, con menos sol, en invierno y en verano, a deshoras y altas horas. Con excusas, con cafés, con cigarrillos y chocolates, con enumeraciones sobre clubes y películas y libros y fotos y todo se hace incomprensiblemente maravilloso. Y así, sin mas, cuando me dejas con estas ganas de llevarte y te quedas ahí. Cuando no querés correr detrás mio o mejor sería al lado mío. Cuando ninguno de los dos renuncia a la propia sombra. Hago un gran esfuerzo por tratar de no comprender lo incomprensible y vuelvo a caer en las redes del desencanto. Gualichos, deseos, sueños que ni si quiera...


Catarsis 2:
Las manos, los cuerpos, las sábanas.
Entrevistas. Encuentros.
Cómo nombrar el silencio, la oscuridad en la que me envolvés
y la felicidad con la que me voy,
pese a la gris incertidumbre que me transmitís.
Una luz se asoma, cuando pienso que no es ni el principio, ni el final. Es sólo "esto".
"Esto" que podemos, "esto" que no tiene etiqueta, que no se nombra.
"Esto" que crece y descrece, que se teje y se desteje, que juega constantemente a desdecirse
Afrodita

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