jueves, 2 de julio de 2009

Se vino el Porco Rey

A la porcina no le tengo miedo, aunque la histeria colectiva es llamativa.
Respeto las prevenciones que toman los demás, pero me parece excesivo el nivel de paranoia, cercano a la ingratitud y el desprecio. Como dato de color, en la oficina la gente dejó de saludarse con el beso en la mejilla.
En cuanto a las medidas preventivas, con sinceridad digo que el cierre solo de las escuelas me parece absurdo. Todos esos niños sin clases disfrutarán – con su debido derecho- de las prolongadas vacaciones; ergo, poblarán plazas, calles, parques y demás espacios públicos. El aislamiento se convierte en un sin-sentido. Además, ¿que hay del resto? Si los padres de esos niños se contagiaran en sus ambientes de trabajo o en el transporte público o en cualquier otro lugar, que hasta puede ser la casa de un amigo (ya somos todos sospechosos), esparcirían el virus en sus hogares, siendo sus propios hijos los damnificados (tragedia tipo griega posmoderna).
Digo que es preferible que no panda el cúnico, pero si pande que nos aprovechemos de los beneficios de la porcina. Que se suspenda la actividad laboral y lo que es mejor, con goce de sueldos.

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