domingo, 28 de junio de 2009

Acepté la oscuridad de la noche y lloré.
Ahora que presiento está llegando el alba, procuraré mi vigilia.
Respirar hondo y retomar la marcha.

No olvidaré jamás la risa de mi padre.
Y su melodía le hará cosquillas a mi sonkoy, tal como ahora.
La tristeza también se va.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y las palabras, los recuerdos, la infancia, perduran...y de eso se trata.besos
Silvina

Ver el mundo es esquivarlo dijo...

Si todo empieza y todo tiene un final,hay que pensar que la tisteza también se va, se va, se fue...

ioqui dijo...

No había leído este post. Se va y lo maravilloso es que los recuerdos se vuelven sostén indispensable para llevar con nosotros los pedacitos de nuestra propia vida por dónde vayamos. Y empieza la reconstrucción, la risa, el llanto y la certeza de saber que sin él no serías vos y viceversa.