martes, 2 de septiembre de 2008

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Pasa que los días se pasan entre la torre y el mar y uno embobado se olvida del mundo, sin darse cuenta que el mundo también es eso de andar sin recaudos, ni defensas ni artificios que tapan la esencia de todas las cosas.
Y la maravilla es quizás que al final de una tarde cualquiera, o quizás caminando por alguna vereda, el silencio que reina no invada opresivo, sino por el contrario sea la calma libertaria, que -dicen algunos- se parece a la felicidad.
Esa paz ahora, sienta bien

2 comentarios:

ioqui dijo...

Comparto el sentimiento, ando con una calma agitada, movida y divertida. He encontrado "la medida" justa del fernet, la medida justa de los besos, de las fiestas y las sábanas - a veces sólo para mi y otras compartidas-.
De repente perdí el pasado y vivo en este constante presente. Exprimiendole el jugo y el juego a la vida, al borde de un ataque de risa. Y qué alegría lerte con ese sentimiento de felicidad, tan tuyo, y yo acá con el mío y escucharte unos minutitos al tel, qué bueno, qué bueno...te quiero y te extraño muchooo!

Anónimo dijo...

se ve que el mediterraneo le sienta bien a usted, me alegro, por aca san telmo la extraña. El barrio no esta tan lindo sin su alegria