La comunidad libre de Cristiania (Dinamarca) es un lugar donde sentí que la revolución es posible. Pero una revolución que no se hace con armas de fuego, sino con otras.
Ahí se vive en estado de libertad; la gente se pasea por los bares, los chicos juegan su arena, las puertas de las casas permanencen siempre abiertas.
Imagino que los costos deben de ser altos, o al menos peligrosos; pero que mejor que batallar cada día para hacer de la casa de uno algo así como la utopía?
Dos cosas me llamaron la atención por sobre el resto.
La primera, un cartel en la salida que -visto desde dentro de la comunidad- decía: "Usted ahora está ingresando a la Unión Europea".
La segunda, una mujer danesa que en castellano solo conocía la palabra manana. Todavía no logro conjeturas válidas, pero su manana resuena en mis oídos.
Fe de erratas: sepan disculpar la falta de esa letra tan castellana en mi relato, es que los nórdicos no la tienen en sus tableros.
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