Olvidándome de la lluvia, hoy traigo una vibra contagiosa.
Desde ayer estoy en casa de H., que será también mi casa durante octubre.
Lo primero que hice cuando llegué fue poner música y guardar la ropa en los cajones.
Después unos mates y una gran ducha.
Ahh, que gusto!
La sensación de hogar, tras cierto peregrinaje, reconforta.
Andar al ruedo es sensacional (que palabrita).
Pero, desarmar la mochila -al menos por un rato- tiene también su encanto.
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