sábado, 6 de septiembre de 2008

De las vistas

Vistas así, no se cual de las tres ventanas prefiero.
Si la del techo que se mantiene cerrada, al resguardo de las lluvias (que en París son muchas) y el frió; protegiendo -¿porque no?- a los amantes que se encuentran concupiscentes, reclamándole a la urgencia de los cuerpos la falta de soles y lunas, a causa de las cortinas con las que ocultan su desnudez.
O aquella otra, la de luz cálida y mesa tendida que invita gustosa a la cena de todas las noches. El cuadro -pena que no se vea- es el cotidiano: una mujer que sirve comidas que no alcanzo a distinguir, pero presiento saben bien; los niños que llegan a sentarse a la mesa y es probable que el pequeño no se lave nunca las manos; y el hombre que aparece en escena cuando todos ya están ubicados, esperando que él llegue, para dar comienzo al banquete.
O esta desde la que miro a aquellas, ventana cerquita y florida, que durante tres días y tres noches fue el mirador de otras estrellas, que no salen en la foto, pero bien que brillan.

1 comentario:

kike dijo...

Yo elegiría la ventana que te tocó en suerte, sin dudas. Las otras son opciones ajenas, privadas o públicas pero ajenas. Por algo estás detrás de ese marco florido, por algo detrás de esos ojos inquisitivos de asombros tan eternos como ese París encapotado. Privilegiado mirador urbano de arquitectura francesa tan salpicada en nuestro Tucumán.Bon apetite.