Me alcanza la bufanda y amorosamente me sonríe: tiene la esperanza que al llegar a la esquina una ráfaga de viento me ahorque o que yo decida suicidarme con la aguja con la que me ha cosido la camisa.
Tomo la bufanda y dejo la sonrisa: tal vez sea cierto que afuera hace frío.
Por fin solos, Cristina Peri Rossi
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