Nunca se les ocurra salir moneando. Basta que uno camine a gusto consigo mismo, orondo y vanidoso con la imagen que le devuelven las vidrieras para que una paloma -que no es mensajera- deposite su sucia caquita sobre vuestro atuendo.
Dado el incidente solo dos cosas pueden hacerse: no desesperar y luego reír a carcajadas.
Un transeúnte que ve el episodio me alienta diciendo que el acontecimiento trae suerte.
-Si claro, suerte es que la materia fecal cayó sobre mis ropas, evitando la frondosa cabellera.
-Y que no ibas con la lengua afuera, agrega.
Asiento, la sola idea de imaginar la sensación me produce escalofríos.
PUAJ!!!
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