Por el subte línea C circula un caudal de gente mayor a cualquier otra línea. Sin importar la hora o el día del año, seguro que la C estalla. El fenómeno no es casual si consideramos que el recorrido une las dos estaciones de tren de Capital Federal que tienen conexión con provincia de Buenos Aires: Retiro - Constitución; y que además tiene llegada a Microcentro, donde somos miles las personas que trabajamos en altos edificios, juntando papeles que siempre amenazan alguna urgencia.
El caso es que ayer, cuando volvía, se subió un chico conmigo que habrá tenido unos 27 años, pero de esos 27 curtidos, con lleca. Traía en su mano un bidón de agua vacío -de los de 5 litros- al que le había hecho dos aberturas como para que pase aire y produzca sonidos. Se posicionó en medio del pasillo y comenzó a tocar su instrumento y a cantar algo que quería asimilarse al hip-hop. Su voz no era demasiado clara y además el ruido de las vías dificultaba la comprensión. Sin embargo alcancé a oír: para mí sería más fácil salir a robar, pero hago el esfuerzo por mis hijos de intentar laburar.
Aunque su música no fuese buena, su propuesta me pareció valiente y sincera. El tipo no solo se esforzaba por sus hijos, sino que además le apostaba al arte como transporte de expresión y denuncia. Y eso valla si no es valioso.
Lo malo de esta historia, es que todos sabemos que ni él ni los suyos comen de ahí y que es probable que el muchacho siga robando para alimentarlos. Pero al menos tiene la iniciativa y es consiente. Lo que ya es suficiente para callar ciertas malas lenguas.
El caso es que ayer, cuando volvía, se subió un chico conmigo que habrá tenido unos 27 años, pero de esos 27 curtidos, con lleca. Traía en su mano un bidón de agua vacío -de los de 5 litros- al que le había hecho dos aberturas como para que pase aire y produzca sonidos. Se posicionó en medio del pasillo y comenzó a tocar su instrumento y a cantar algo que quería asimilarse al hip-hop. Su voz no era demasiado clara y además el ruido de las vías dificultaba la comprensión. Sin embargo alcancé a oír: para mí sería más fácil salir a robar, pero hago el esfuerzo por mis hijos de intentar laburar.
Aunque su música no fuese buena, su propuesta me pareció valiente y sincera. El tipo no solo se esforzaba por sus hijos, sino que además le apostaba al arte como transporte de expresión y denuncia. Y eso valla si no es valioso.
Lo malo de esta historia, es que todos sabemos que ni él ni los suyos comen de ahí y que es probable que el muchacho siga robando para alimentarlos. Pero al menos tiene la iniciativa y es consiente. Lo que ya es suficiente para callar ciertas malas lenguas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario