martes, 10 de marzo de 2009

Pío, pío, pío

Aunque los pájaros no me gustan para nada, dos son las cosas que les envidio. La primera -tan lugar común- es la capacidad de poder volar. La segunda es el canto.
Si pudiera pedir un deseo, desearía tener una voz hermosa (quienes me conocen, saben bien que no es el caso), de esas que den gusto oírse, y cantar el día entero (aunque eso si que hago) e ir amenizando el camino. No digo ya una voz como la de la Ella Fiztgerald o la Andrea Echeverri, sino un poquito más humilde, con que sea parecida a la de la Venegas ya me conformo. O siquiera saber silbar, no se, algo que tenga que ver con la voz y la música y me salga bien.
Que les digo, esto me tiene un tanto preocupada. Más que un bache en mi formación, da cuenta de una malformación, que no es lo mismo y claro, claro que tampoco igual.

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