Caminaba por la avenida principal de esta ciudad, era sábado al mediodía.
Gente había demasiada, sin embargo el silencio que invadía el ambiente era casi aterrador. Me sorprendió que ni siquiera el tranvía hiciera ruido.
Absorta en esas percepciones iba, cuando siento unas palabras a mi espalda, entonces me giro.
Dos simpáticos adolescentes me invitaban -gustosos- a mirar una revista de comics hecha por ellos, que ahora vendían. Lo curioso es que -para ofrecérmela- lo primero que dijeron fue "somos vegetarianos y estamos vendiendo una revista que hacemos nosotros mismos".
Hojeé un poco a ver de que se trataba, dije gracias y seguí mi ruta.
La revista no tenía nada de particular, lo que me gustó del asunto es que los chiquillos eran dibujantes, pero antes que eso "vegetarianos". No entiendo todavía si se trataba de una cuestión de fe, o lucha por ideales. Lo que es seguro es que ellos creen en algo a lo que me gusta llamar "el consuma verde" (cuantas desviaciones puede tener la frasecita).
Pensé que yo también tengo mis credos. Disfruté el derrotero sorprendente de los dogmas, ni Cristo se salvó de entrar a competir en el mercado.
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